Los incendios en desarrollo en las regiones de la zona centro-sur de Chile nuevamente dejan en evidencia el rol de la industria forestal en la ocurrencia de estos mega desastres.
Mientras escribo estas líneas miles de hectáreas de plantaciones forestales y bosques se queman en las regiones del centro-sur del país, poniendo en riesgo a decenas de poblados y la vida de miles de familias. La escena, por cierto, es recurrente en cada temporada de verano, aunque la magnitud del actual desastre supera todo lo antes visto, incluso al megaincendio de la temporada 2016-2017. Lo curioso, al menos para mí, ha sido el tenor de la cobertura noticiosa: en casi ningún gran medio de comunicación vemos, escuchamos o leemos referencias a la responsabilidad de la gran industria forestal en la tragedia. Todo lo contrario, se cubre la noticia como sí solo la negligencia humana, las altas temperaturas o el cambio climático fueran los causantes. Sí, gran parte de los incendios en Chile son provocados por el hombre, ya sea de manera negligente o intencional, pero son los monocultivos forestales los que explican su magnitud y catastrófica expansión.
Y es que más allá de centrarnos en la acción de los pirómanos (que siempre han existido) o del activismo radical mapuche (que se ha desmarcado de los incendios) lo que se debe discutir, de una vez por todas, es la responsabilidad de la industria forestal en la ocurrencia de estos megadesastres. Lo subrayan los propios afectados por los incendios en Biobío, Ñuble y La Araucanía: extensas plantaciones de monocultivos a escasos metros de sus parcelas y campos, villas y poblaciones. También autoridades locales como la alcaldesa Ana Albornoz, edil de Santa Juana, una de las comunas más afectadas por la emergencia y que literalmente está cercada de pinos. El tema de fondo, señaló, es la industria forestal y la nula regulación de dicho sector. Es una situación que se viene advirtiendo hace décadas y no solo por parte del activismo medioambiental o indígena, como algunos suponen.
¿Podrá cambiar el actual modelo de desarrollo forestal, caracterizado tanto por sus carencias en prevención de incendios como por los abusos que facilita, si nuestra clase política está trenzada con sus intereses? He allí una pregunta de fondo y que debiera ser de sumo interés para el periodismo a la hora de cubrir la actual emergencia.
“La restauración del bosque nativo, la adecuada gestión de quemas controladas y la generación de mosaicos de paisajes heterogéneos serán herramientas fundamentales para disminuir la probabilidad de megaincendios en el futuro... Los paisajes homogéneos y con gran cantidad de combustible –como aquellos dominados por plantaciones forestales- favorecen la ocurrencia de megaincendios en situaciones climáticas extremas... Con esto, el modelo actual de la industria forestal debiera ser rediseñado, considerando que las proyecciones de aumento de temperaturas y estrés hídrico incrementarán la ocurrencia de grandes incendios que afectarían, particularmente, a este sector productivo”, subraya el informe Incendios en Chile: causas, impactos y resiliencia del Center for Climate and Resilience Research, institución donde participan cerca de 60 científicos asociados a la Universidad de Chile, la Universidad de Concepción y la Universidad Austral de Chile.
Publicado en 2020, el informe documenta la evolución de los incendios durante las últimas décadas, analiza los factores que determinan su ocurrencia y magnitud, aborda sus impactos y esboza los principales desafíos institucionales en materia de políticas de prevención y mitigación. Una de sus recomendaciones es "la generación de políticas y acciones de manejo destinadas al control de las especies exóticas invasoras (pino y eucalipto, las dos principales) y la restauración de ecosistemas nativos para disminuir la probabilidad de eventos catastróficos". Otra, "establecer un perímetro de seguridad en torno a las viviendas y áreas urbanas a través de un manejo y ordenamiento territorial preventivo", todas acciones que, subrayan, debieran "reconocer los saberes y experiencias de las comunidades locales".
Un último dato sobre la magnitud del impacto de la industria forestal en la tragedia que estamos viviendo. De acuerdo a datos de la Corporación Nacional Forestal, CONAF, el principal tipo de vegetación quemada en el megaincendio de la temporada 2016-2017 fue precisamente el monocultivo forestal (63% del total), seguido a bastante distancia por matorrales (16%), bosque nativo (13%) y pastizales (8%). Información satelital disponible en el organismo estatal corrobora además que las máximas intensidades de aquel megaincendio coincidieron con zonas de mayor prevalencia de plantaciones de especies exóticas, es decir, monocultivos de pino y eucalipto caracterizados por su alta carga de combustible.
Si sabemos todo esto, ¿por qué la película se repite año tras año?
Seamos claros, la industria forestal ha transformado las regiones del sur en un gigantesco polvorín al aire libre y ello con el beneplácito de diferentes gobiernos y de políticos trenzados con sus intereses. Sobran los ejemplos de parlamentarios que o son acérrimos defensores de las forestales o bien ellos mismos figuran como propietarios de empresas ligadas al rubro. Uno de ellos es el senador Felipe Kast cuya campaña fue en parte financiada por las familias Matte y Von Appen, ambas con directa ligazón a la industria forestal en Wallmapu. El propio Kast tiene además directa participación, junto a sus hermanos, en tres sociedades con similar giro, las mismas que entre 2017 y 2022 recibieron del Ministerio de Agricultura el beneficio fiscal denominado “Seguro Forestal” destinado a subsidiar seguros para plantaciones de pino y eucalipto. El monto total, 17 millones de pesos. De eventuales conflictos de interés mejor ni hablemos.
¿Podrá cambiar el actual modelo de desarrollo forestal, caracterizado tanto por sus carencias en prevención de incendios como por los abusos que facilita, si nuestra clase política está trenzada con sus intereses? He allí una pregunta de fondo y que debiera ser de sumo interés para el periodismo a la hora de cubrir ya sea la actual emergencia o el conflicto chileno-mapuche donde las forestales también son centrales en la trama. Cierro con esto: la industria forestal requiere de profundos cambios urgentes, la magnitud de la tragedia que estamos viviendo así lo demanda. Ya no se trata de disputas ideológicas sobre el modelo económico, la condición de Chile como productor de materias primas o la defensa de ecosistemas nativos en riesgo. Hoy trata de una cuestión de vida o muerte. La trágica pérdida, a la fecha, de 24 vidas humanas así nos lo demuestra.
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