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  • Foto del escritorPedro Cayuqueo

Ineptos interculturales

Lo acontecido en la Consulta Indígena del Mineduc sobre la asignatura de lengua y cultura de pueblos originarios es una fiel fotografía del Chile monocultural en que vivimos. Y una pésima señal.



Me pasó hace unos años, cuando mi hija Amankay cursaba la enseñanza básica en una escuela municipal de Nueva Imperial. Hablo del tener que autorizar, como apoderado, que pudiera asistir un día de la semana a clases de lengua indígena. Dos cosas me sorprendieron en aquella ocasión. Lo primero, tener que autorizar algo que me parecía de toda lógica.

Amankay es mapuche, yo lo soy y también toda su familia paterna por largas generaciones. Y muchos de sus compañeros también lo eran. Esa fue, de hecho, una de las razones por las cuales cursó la primaria en aquella escuela pública, la gran cantidad de niños y niñas mapuche de comunidades rurales allí matriculados, algo clave para su temprana integración social y cultural.

¿Por qué entonces nos exigían como familia una autorización casi ante notario?, pregunté a las autoridades del establecimiento. “Pasa que algunos apoderados no quieren o les incomoda la asignatura. Por eso es mejor preguntar y que cada uno autorice, así evitamos problemas”, me respondió una profesora, visiblemente incómoda.

Por cierto firmé la autorización. Y mi hija tuvo varios años clases de lengua mapuche, una introducción básica, de escasas horas a la semana pero muy necesaria para conocer la lengua de sus abuelos y bisabuelas, la lengua que maravilló a cronistas españoles y viajeros de tiempos antiguos, la lengua de los primeros habitantes de este bello rincón del mundo; sus ancestros.

Aquello fue posible por cumplir su escuela con el requisito del veinte por ciento de alumnos indígenas matriculados. Fue la segunda cosa que me sorprendió, el particular requisito del ministerio. ¿A pito de qué ese porcentaje? ¿No debiera ser el mapuzugun asignatura obligatoria para todos los alumnos en las regiones que hoy componen el Wallmapu como el aymara y quechua en aquellas del Tawantinsuyo?


En pleno 2019, en el Año Internacional de la Lengua Indígena decretado por la Unesco, las autoridades presentes en la Consulta Indígena fueron taxativas; no a la obligatoriedad en la enseñanza de las lenguas indígenas en Chile.

La misma pregunta hicieron al Mineduc los delegados que participaron recientemente de la Consulta Indígena sobre las bases curriculares de la asignatura de Lengua y Cultura de Pueblos Originarios. ¿No debieran ser nuestras lenguas, de Arica a Magallanes, de enseñanza obligatoria para todos los niños y niñas? De ello tratan los derechos educativos y lingüísticos que la comunidad internacional y sus diversos organismos nos reconocen como pueblos, argumentaron.

Pero la respuesta del Mineduc fue un portazo.

En pleno 2019, en el Año Internacional de la Lengua Indígena decretado por la Unesco, las autoridades de gobierno fueron taxativas; la consulta trataba del curriculum de enseñanza y no sobre la obligatoriedad de las lenguas indígenas en las escuelas de Chile. Fue el fin de la discusión. Y también el fin de la consulta ya que gran parte de los delegados mapuche optaron molestos por retirarse.

Permítanme al respecto un comentario.

No son los niños indígenas quienes de manera más urgente requieren aprender la lengua de sus pueblos. Si, se trata de lenguas amenazadas, lo subrayan todos los expertos. Pero muchos de nuestros niños, de una u otra forma, ya sea por vivir en comunidades o en familias urbanas conscientes de su identidad cultural, la están aprendiendo. ¡Ellos y ellas ya son interculturales! El real problema son los niños y niñas no indígenas.

Es a ellos a quienes se niega la posibilidad de conocer y maravillarse con otro paradigma cultural, con otra forma de entender e interpretar el mundo, con otra forma de decir te quiero. Es a ellos a quienes hoy se les niega la enseñanza de una segunda o tercera lengua, pertinente con la cultura de las regiones donde viven. Es a ellos a quienes hoy se condena a ser monoculturales, monolingües e incapaces de comprender el vasto y rico universo filosófico y cultural de nuestros pueblos.

Es a ellos, en definitiva, a quienes hoy se pretende convertir en ineptos interculturales. Tal vez como sus padres. Tal vez como muchos de quienes nos gobiernan.





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