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  • Foto del escritorPedro Cayuqueo

Mi Buenos Aires querido

La reciente edición de la Feria Internacional del Libro tiene a Santiago de Chile como ciudad invitada de honor. Ha sido la excusa perfecta para cruzar, una vez más, la gran cordillera.



Por estos días me encuentro en Buenos Aires invitado a la 47° Feria Internacional del Libro, una de las más grandes de habla hispana y que se desarrolla en el bello barrio de Palermo. No es primera vez que viajo a esta feria masiva, deslumbrante y caótica. He estado en varias ocasiones, como visitante algunas y otras tantas como autor, ello desde la presentación de la edición argentina de “Solo por ser Indios” el año 2015. En aquella ocasión mi obra aterrizaba por primera vez en Argentina de la mano de las editoriales Catalonia y Del Nuevo Extremo, estos últimos mis grandes socios a este lado de la cordillera. No sabía cómo resultaría aquel lanzamiento y reconozco estaba aterrado. Pero fue un éxito, llenamos la sala para cien personas que me asignaron. Hasta bailes andinos recuerdo que hubo aquella tarde, una verdadera fiesta intercultural a casi dos mil kilómetros de mi comunidad de origen en Nueva Imperial. Desde entonces guardo por esta feria un especial cariño. Y ello pese a los sentimientos encontrados, de amor y odio, que desde la primera vez también me ha generado.

Sucede que el evento se desarrolla en el tradicional recinto ferial La Rural, reducto de la todopoderosa Sociedad Rural Argentina. El dato, quizás menor e irrelevante para algunos, no lo es para mí que escribo de historia. La Sociedad Rural fue una de las grandes instigadoras en el siglo XIX de la invasión del territorio mapuche trasandino. Hasta se podría decir que nació para ello: de la necesidad de los principales hacendados y terratenientes bonaerenses de apoderarse de las tierras mapuche al sur de dicha provincia. Los hacendados para modernizar su actividad y diversificar la producción ganadera, es decir, pasar de los cueros a la carne, y los terratenientes para su explotación agrícola. Y así lo hicieron, repartiéndose más de 40 millones de hectáreas mapuche tras la mal llamada “Conquista del Desierto” (1879-1885). Solo agregar que hasta los caballos del Ejército Expedicionario del general Julio A. Roca fueron donados por ellos. Otro de sus objetivos era incidir en la política nacional y vaya si también lo lograron: presidentes, ministros, embajadores y lo más granado de la élite política bonaerense han sido miembros de la Sociedad Rural a lo largo de sus más de 150 años. Hablamos de un verdadero poder en las sombras. De allí mis sentimientos encontrados.


Qué importante es que una novela que trata de aquella frontera del Wallmapu antiguo sea una de las protagonistas centrales de la presente feria del libro bonaerense. Y lo es porque la negación de nuestra historia sigue siendo una constante en esta Argentina blanca que desciende de los barcos.

Pero La Rural y su historia no es el único cruce entre la feria del libro y el devenir mapuche que se me viene a la mente por estos días en las tierras de Gardel y Soriano. También lo es la novela “El desierto invisible” (Alfaguara) del escritor argentino Miguel Gaya, flamante ganadora del prestigioso Premio Clarín Novela 2022 y una de las novedades de la presente edición de la feria. La obra, una notable ficción histórica, aborda uno de los grandes temas de la literatura argentina: el “desierto” del que nos habla Sarmiento y la historiografía local, el mismo que el coronel Lucio Mansilla, en su célebre excursión a los ranqueles, descubre como una tierra adentro llena de tolderías “araucanas”, es decir, de la abundante y bullente vida de nuestros ancestros. En su novela Gaya se remonta a ese desierto, a esa frontera sur, a ese “territorio indio” donde fueron a refugiarse los personajes del Martín Fierro de Hernández, territorio de batallas, de malones y cautivas, pero también de negociaciones y alianzas entre las jefaturas mapuche y los más importantes caudillos trasandinos del siglo XIX. Basta leer sobre Calfucura y Urquiza, dos protagonistas excluyentes de aquel tiempo.

Qué importante es que una novela que trata de aquella frontera del Wallmapu antiguo sea una de las protagonistas de la presente feria del libro bonaerense. Y lo es porque la negación de nuestra historia sigue siendo una constante en esta Argentina blanca que desciende de los barcos. Hace poco Mendoza fue noticia nacional al votar su Cámara de Diputados provincial una resolución donde se declara, en simple, que “los mapuches no deben ser considerados pueblos originarios argentinos”. ¡Qué atrevida es la ignorancia! Habrá que mandar a leer a esos diputados y por favor que sea de manera urgente. Les recomendaría partir por mi saga histórica, de auspicioso transitar por el mercado del libro local, pero mi apellido y nacionalidad podrían ser un obstáculo insalvable. Para sus prejuicios, claro. Y para aquel racismo apenas disimulado que destilan sus opiniones desinformadas y al voleo. Que sea Gaya y su novela la que pueda iluminar este pasado en común que algunos insisten en oscurecer. En palabras de su autor, "nos quisieron decir que fue una lucha entre civilizados y bárbaros. Y, bueno, es un poquito más complejo que eso. Traté de iluminar esas zonas para ver si de ese modo podemos mirarnos y decir, no somos tan blancos ni tan civilizados, somos todos mestizos".

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