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  • Foto del escritorPedro Cayuqueo

Piñera y la Macrozona Sur

El Senado acaba de aprobar una nueva prórroga del estado de excepción en cuatro provincias del sur del Biobío. La medida es un verdadero monumento a la incompetencia política.



Hace unos días y a propósito de la guerra en Ucrania, el presidente Piñera señaló que es “realmente increíble, inconcebible” que en pleno siglo XXI Europa esté resolviendo por la vía militar sus conflictos políticos. Curiosa reflexión del mandatario atendiendo lo que sucede en Wallmapu o la también llamada Macrozona Sur: a la fecha nueve prórrogas solicitadas por el propio Piñera para extender el estado de excepción. Dicho en simple, nueve solicitudes de La Moneda para que el Ejército y la Armada se hagan cargo de un conflicto cuya responsabilidad compete a las autoridades civiles y la política.

Parafraseando al propio Piñera, es realmente increíble, inconcebible, que en pleno siglo XXI Chile esté intentando resolver por la vía militar conflictos políticos, culturales e históricos como aquel que arrastramos en el sur. Los militares, en todo conflicto, significan el fracaso de la política. Peor aún, significan el fracaso de la imaginación política. Las nueve prórrogas han demostrado además que se trata de una medida más teatral que efectiva, una puesta en escena comunicacional para aquietar a los cabezas de pistola del propio bando oficialista en el sur. Créanme, no son pocos.

Aunque el ministro Rodrigo Delgado asegure en cada conferencia que la medida “ha funcionado”, lo cierto es que los atentados han continuado, los grupos radicales mapuche se han multiplicado y la violencia política no ha cesado. Lo reconoce el propio subsecretario Juan Francisco Galli cuando tras cada hecho de violencia subraya, con una envidiable cara de póker, que “esto ratifica una vez más la necesidad del estado de excepción”. Ok, entonces ¿ha funcionado o no ha funcionado? Sabemos que no. Y sabemos también que nunca funcionará. Lo explico a continuación.


Parafraseando al propio Piñera, es realmente increíble, inconcebible, que en pleno siglo XXI Chile esté intentando resolver por la vía militar conflictos políticos, culturales e históricos como aquel que arrastramos en el sur.

Piñera ha descubierto en Wallmapu los límites del poder militar en las democracias. El Ejército y la Armada podrán patrullar carreteras, realizar controles mixtos con Carabineros, detener algún camión con facturas falsas de madera, pero no más que eso. Si alguien fantaseó en La Moneda con una nueva “Pacificación de la Araucanía”, al estilo de las campañas de Cornelio Saavedra o el general José Manuel Pinto en Malleco, le informo que está de patio. El propio estado de excepción prohíbe a las fuerzas armadas participar directamente de operativos. Los altos mandos militares y navales —algunos con indisimulada decepción— lo han aclarado hasta el hartazgo.

Por si no bastara, también están las denominadas Reglas del Uso de la Fuerza (RUF). Fue lo que incumplieron los infantes de marina que en noviembre asesinaron a balazos al comunero Jordan Liempi (23 años) en Huentelolén, provincia de Arauco. Se habló de una emboscada mapuche pero lo cierto es que el joven se encontraba en el patio de su casa, desarmado, observando el corte de la ruta Cañete-Tirúa. El caso se investiga como homicidio por la fiscalía para causas de derechos humanos, un nuevo caso Catrillanca. Pasa que la mera presencia policial-militar incita a la violencia. Son la perfecta invitación al desastre.

¿Cuál ha sido el gran error de Piñera?

Naturalmente, renunciar a la política en la gestión del conflicto y de una manera brutal, incompetente. Su falta de conocimientos históricos y culturales lo llevaron a él, sus asesores y ministros —con la sola rara excepción de Alfredo Moreno— a menospreciar la capacidad de respuesta del mundo radical mapuche. También a subestimar la creciente identificación de la sociedad chilena con los pueblos indígenas y sus anhelos. Así lo prueba el trabajo de la propia Convención Constitucional: el nuevo Estado será plurinacional, intercultural y con autonomías indígenas. El artículo, les informo, ya se votó favorablemente en el pleno.

Sólo la política, y no destacamentos militares, puede calmar la volátil situación en Wallmapu. Es algo que, por el momento, también pareciera entender el presidente electo Gabriel Boric y su futura ministra del Interior Izkia Siches. Enhorabuena.

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