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  • Foto del escritorPedro Cayuqueo

Un Viaducto con historia

Considerada una de las grandes obras de la ingeniería chilena, el centenario Viaducto del Malleco ha sido un silente testigo de nuestra historia. Y desde el mismo día de su inauguración.



Esta semana uno de los principales monumentos nacionales, el Viaducto del Malleco, cumplió 133 años desde su inauguración. Hablamos de una verdadera hazaña de la ingeniería cuyo diseño fue encargado al ingeniero chileno formado en Bélgica, Aurelio Lastarria, y su construcción a una empresa metalúrgica francesa. Sí, hasta hoy existe el mito de que fue el afamado Gustave Eiffel el responsable de la obra, pero su empresa si bien participó de la licitación finalmente no se adjudicó el contrato. ¿La razón? Un tema de lucas, su propuesta básicamente duplicaba los costos del proyecto. Fue por esta razón que la construcción recayó en la empresa Schneider & Cie de Le Creusot, quienes fabricaron los armazones de hierro en sus talleres en Europa para trasladarlos luego en barco desde Amberes a los puertos de Valparaíso y Talcahuano. Y desde allí en ferrocarril hasta el borde mismo del río Malleco.

Con 347 metros de largo y 100 metros de alto el Viaducto fue en su época uno de los puentes ferroviarios más altos de Sudamérica, “la más atrevida y hermosa de las obras de arte de los ferrocarriles chilenos”, según el historiador Marín Vicuña. Su construcción fue uno de los grandes hitos del malogrado gobierno de José Manuel Balmaceda, caracterizado por importantes obras públicas como la extensión del ferrocarril a lo largo y ancho del país. Los trenes fueron el estandarte de su administración, "la más maravillosa creación del siglo" como gustaba llamarles. Eran el progreso, la civilización y la soberanía del estado las que cabalgaban por el recién ocupado país de los mapuche, pero ahora sobre flamantes rieles. Balmaceda inyectaría grandes recursos en este esfuerzo y situaría a la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE), creada en 1884, en un lugar estratégico.

El Viaducto fue inaugurado el 26 de octubre de 1890 en una ceremonia que encabezó el propio Balmaceda y que tuvo, curiosamente, a los mapuche como uno de sus protagonistas centrales. Cuenta en sus memorias el abogado José Miguel Varela, por entonces jefe de la Comisión Radicadora de Tierras, que el mandatario le solicitó expresamente invitar a la ceremonía a numerosos lonkos de la zona. Quería que fuera “como un tapabocas para los futres”, los hacendados opositores a su gobierno y quienes obstaculizaban en la región, a como diera lugar, tanto su gestión de gobierno como las políticas de entrega de tierras a las jefaturas mapuche. Y ello incluso usurpando los campos "a la luz de la luna y a escopetazo limpio" como denunciaba el propio Varela en la prensa de Angol y Temuco. Es la vieja y violenta Frontera retratada por la pluma del traiguenino Luis Durand, uno de los tantos cronistas injustamente olvidados de La Araucanía.


Balmaceda quería que la presencia mapuche fuera “como un tapabocas para los futres”, los hacendados opositores a su gobierno y quienes obstaculizaban en la región, a como diera lugar, tanto su gestión de gobierno como la entrega de tierras a las jefaturas mapuche. Y ello incluso usurpando los campos "a la luz de la luna y a escopetazo limpio".

Es algo que Varela advirtió apenas asumió su cargo: que tarde o temprano se haría de enemigos poderosos. "Contradiciendo las políticas del Presidente se había favorecido con la entrega de tierras en todo momento a chilenos y extranjeros, desplazando a los mapuches hacia territorios de menor calidad, en pequeñas parcelas", relata el abogado en sus memorias. Fue lo que se propuso cambiar. Cuando informó de ello en La Moneda, la respuesta de Balmaceda fue contundente: "Dele con todo no más". No fue lo único que dijo el mandatario a su leal subalterno: “Varela, esos ambiciosos nunca lo van a dejar tranquilo… esa arrinconada que le hacen a usted me la están haciendo a mí desde el día en que asumí. A la oposición le molesta que esté aprovechando este momento histórico, por las riquezas del salitre, para engrandecer a Chile. A ellos les gustaría que se hiciera más poderosos a los mismos de siempre y no les faltan pretextos para atacarme”. De allí entonces su plan para desquitarse el día de la inauguración del Viaducto.

Varela cumplió al pie de la letra las instrucciones de su jefe.

Lo prueban las fotografías de aquella jornada y donde destaca una nutrida delegación mapuche apostada en el acceso a Collipulli desde Angol. “El Presidente se dirigió al estrado, rodeado de sus edecanes y altos mandos militares. Pronunció un emotivo y encendido discurso y mirando hacia el centenar de mapuche que me acompañaban, algunos en sus cabalgaduras, otros a pie, dijo que era una obra de adelanto para todos y que cuando decía todos también se refería a los amigos mapuches que nos acompañaban para disgusto de un puñado de ambiciosos”, cuenta Varela de aquel histórico día. “Hoy invadimos el suelo de aquellos bravos araucanos no para incendiar la montaña, ni para hacer cautivos, ni para derramar la sangre de nuestros hermanos, ni para sembrar la desolación y el terror, con el ferrocarril llevamos a la región del sur la escuela y el trabajo”, añadió el mandatario en su discurso.

Culminada su intervención, Balmaceda se acercó al lado norte del puente, cortó la cinta y repartió a sus ministros las medallas conmemorativas, para luego recorrer a pie toda la extensión de la obra. Cuando regresó, medio en broma, dijo “y para los agoreros que dicen que este puente es de tramoya, ahora lo cruzaré de ida y vuelta en el tren”. Y así lo hizo recibiendo una larga ovación de los presentes. Fue el final del acto, dirigiéndose luego el tren presidencial hacia la estación de Victoria, por esos años la última parada del tren hacia el sur. "La estación y toda la ciudad estaban engalanadas con arcos de ramas de sauces y flores muy coloridas, había numerosos colonos vitoreando al presidente Balmaceda, sin embargo era notorio que los más ricos terratenientes de la zona se habían marginado de todas las celebraciones", relata Varela de su llegada.

Fue casi al término de las actividades en la naciente ciudad, cuando ya la comitiva presidencial se aprestaba a iniciar su viaje de regreso a Santiago, que Balmaceda lo hizo llamar a través de uno de sus edecanes. Luego de saludarlo en forma muy cordial, lo apartó hacia un gran salón donde horas antes se había realizado el banquete y le dijo: "Muy bien Varela, muchas gracias por todo, cumplió muy bien mis instrucciones". Luego, acercándose como quien comparte con un viejo amigo algún secreto o bien una travesura, Balmaceda agregó sonriendo: "¿Se fijó que los futres se hicieron humo?”. No fueron necesarías más palabras, solo un fuerte apretón de manos con el que ambos se despidieron satisfechos.

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