Convengamos que sobre historia o historias mapuche se sabe poco. Consultado cualquier chileno o chilena o cualquier intelectual televisivo, más allá de Lautaro y la guerra de Arauco no llega. En general, reina la ignorancia promedio construida por dos siglos de mediocre y premeditada educación nacionalista chilensis o por el racismo indolente que derechamente no manifiesta ningún interés por los “indios”.
Cayuqueo, creo, inyecta su prosa justo en esa herida abierta que no puede cerrarse por un desconocimiento brutal de quién es ese otro que aparece reclamando tierras en la prensa o en alguna noticia con tintes policiales. He ahí su gran aporte.
Con una pluma ágil y lúdica, Cayuqueo narra un siglo de historias del Wallmapu libre, aquel que cubría una parte importante de las tierras australes de Sudamérica y abarcaba del Pacífico al Atlántico. Se concentra en el siglo del auge y la debacle, el que se selló con dos ejércitos —el chileno y el argentino— colonizando las tierras mapuche, robando cuanto podían, quemando sembradíos y rucas, matando, encarcelando y confinando a pequeñas hectáreas a los sobrevivientes. El siglo XIX es el escenario por donde el autor nos va contando los ires y venires de un pueblo soberano, con grandes longko, excelentes guerreros y negociadores. Todo con un triste final.
Es un libro que debería ser obligatorio en las lecturas escolares, para que de alguna vez pueda revertirse ese desdén con que los textos escolares hablan de nosotros en pasado: existían, habitaban, hacían ngillatun. Es un texto, simultáneamente, liviano y profundo, como una gran crónica periodística que cuenta paso a paso, uniendo cabos, cómo sucedieron tantas cosas en cien años.
Cayuqueo tiene una enorme capacidad para centralizar fuentes con un objetivo claro: comunicar una historia negada. Los recursos bibliográficos de la obra están en función de una narración fluida que entiende que debe seducir y causar impacto en el lector. Es un libro que quiero que mis hijos lean inmediatamente, porque funciona como una gran película y hace alusiones a códigos estéticos y comunicativos actuales. Pero sobre todo creo que es un libro escrito para las y los chilenos. Está dispuesto a cruzar ese enorme río que a veces, o casi siempre, nos separa.
Por eso la obra debe entenderse en el marco del propósito sobre el que se erige. No está cargado de citas al pie ni de densa teoría. No tendría por qué serlo. Si escudriñamos, evidentemente, subyace una perspectiva teórica y política, porque toda obra la tiene, pero esta no se halla y ni se manifiesta explícitamente. Puede quizás servirnos para un debate posterior.
El libro logra que nos concentremos en los testimonios epocales, en las voces mapuche, en los registros epistolares, en los viajeros, los curas, en las infamias estatales, en militares inescrupulosos y en los devenires varios que tuvo el país mapuche en el XIX. Y, al mismo tiempo, hace justicia a muchas investigaciones realizadas y que están en curso sobre esa centuria.
Personalmente, me recordó el mismo entusiasmo adolescente que tuve al leer por primera vez Historia del Pueblo Mapuche de José Bengoa. Solo que esta vez más entretenido, con más profundidad sobre el Puel Mapu y borrando totalmente la frontera de los Andes que vinieron luego a instalar las repúblicas.
Si es chileno y no conoce nada, lea este libro, seguramente sentirá que avanza en un bosque inmenso del que nunca le habían hablado y que nunca pisó. Si es mapuche, léalo. Le hará bien conocer más sobre su pueblo.
Evidentemente, el libro tiene varias debilidades. Mencionaré dos por ahora y dejaré las siguientes para futuras conversaciones.
La primera tiene que ver con lo planteado anteriormente. Al ser un libro de divulgación masiva y con un fin comunicativo que buscar romper la ignorancia, pasa casi inevitablemente muy por encima sobre ciertos temas. Digamos que es bastante ligero. Justamente muchos de esas problemáticas se están investigando en la actualidad y se requieren varios años para poder dar con las fuentes e interpretarlas. Ahí se nos plantea a todos un cierto dilema. ¿Profundidad historiográfica o el ejercicio de hablar urgentemente?
Si me preguntan, yo creo, para este caso, en la segunda opción. Creo que es un libro necesario y que su difusión nos termina beneficiando. Y además nos plantea otra interrogante para nuestros propios trabajos y escrituras: ¿A quién le hablamos o a quién queremos dirigirnos?
El segundo aspecto que me deja pensando tiene relación con la manera en que observamos al pueblo mapuche y con una pregunta quizás más simple, pero no por eso menos complicada: ¿Quién hace la historia? Historia Secreta Mapuche si se quiere es la una historia de los grandes longkos, de tipos con poder, una historia androcéntrica de hombres con muchísimo poder. Los actores y actrices de reparto, para decirlo coloquialmente, están bastante ausentes y el paso del tiempo, al parecer, los seguirá borrando. Los y las anónimos siempre quedan marginados de la Historia. Por eso, personalmente, me seducen más las historias en plural o las contrahistorias como dice Héctor Nahuelpan.
El siglo XX nos permite ahondar más en hombres y mujeres de cuales se ha dicho nada o muy poco, de los ninguneados por los grandes relatos. Cayuqueo nos deja la puerta abierta al tramo 1900-1999. Ese será su siguiente libro, nos cuenta. Yo solo preguntaría ¿Cómo se van a contar esas historias?¿Quiénes serán los protagonistas?
En fin, es un libro totalmente recomendable. Léalo. Si es chileno y no conoce nada, seguramente sentirá que avanza en un bosque inmenso del que nunca le habían hablado y que nunca pisó. Si es mapuche, léalo. Le hará bien conocer más sobre su pueblo. Que la imposición de que todo se enseña en el fogón no lo deje sin saber algunas cosas de nuestro pasado.
Por Enrique Antileo
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