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  • Foto del escritorPedro Cayuqueo

Winka kutran

Los mapuche desde tiempos antiguos hemos sido víctimas de enfermedades foráneas que causaron estragos en nuestra población. Fueron usadas por los conquistadores incluso como armas biológicas.



Me preguntan en Twitter si es verdad que los mapuche somos inmunes al coronavirus. No, lamentablemente no lo somos. Y si bien del gabinete regional uno de los pocos no contaminados por la seremi de Salud fue el gobernador mapuche de Cautín, Richard Caifal, ello solo prueba una cosa; la efectividad de medidas preventivas que este último si supo respetar, no así su negligente colega. Contrario a lo que algunos piensan, los mapuche desde tiempos antiguos hemos sido víctimas de epidemias winka, es decir, de enfermedades foráneas como el tifus, la viruela o el sarampión. En diversas épocas estos “winka kutran” así les llama nuestra gente causaron estragos en Wallmapu. Es una historia trágica compartida con todas las primeras naciones de Abya Yala, desde Alaska a Karukinka en el extremo sur.

Responsable fue la "virginidad inmunológica" de nuestros ancestros por la ausencia de estas patologías en el continente. Sin defensas, cualquier nueva infección resultaba catastrófica. Consta pasó con la fiebre tifoidea (salmonella typhi) en México; provocó más de 12 millones de muertos entre la población azteca facilitando en 1521 la caída del legendario imperio. Huey cocolitzli, gran mal, le llamaron en lengua náhuatl.

Los europeos, en cambio, disponían de una inmunidad protectora natural debido a un largo contacto previo con diversas bacterias y virus. También enfermaban, por supuesto, pero sus bajos índices de mortalidad no resistían comparación alguna. Precisamente por su letal efectividad entre los indígenas varias de estas epidemias fueron usadas como armas biológicas.

En América del Norte el mayor exponente de esta práctica fue un oficial británico de infame recuerdo, Sir Jeffrey Amherst, el primer gobernador inglés de Canadá. Comandante del Ejército británico durante el siglo XVIII, no dudó en usar mantas infestadas con viruela como estrategia militar frente a las tribus. Así quedó documentado en cartas y ordenanzas de su propio puño y letra.

Sucedió en 1764 en el marco de la Rebelión de Pontiac contra los colonos franceses y británicos que se habían establecido en la zona de los Grandes Lagos, actuales estados de Michigan, Wisconsin y Ohio. Ese año doce tribus entre las que destacaban los Ottawa, Chippewas, Shawnee, Mingo y Delaware se unieron para combatir a los "british". Los lideraba el valeroso jefe de los Ottawa.


Sin defensas, cualquier nueva infección resultaba catastrófica para nuestros ancestros. Pasó con la fiebre tifoidea en México; provocó 12 millones de muertos entre la población azteca facilitando en 1521 la caída del legendario imperio.

En pocos meses, nueve de los once fuertes británicos habían caído en poder de Pontiac y sus guerreros. Y la situación no era mejor para los otros dos, Fort Pitt y Fort Detroit, que permanecían bajo un implacable asedio. Fue entonces cuando el comandante británico ordenó aprovechar un brote de viruela que afectaba a los colonos de Fort Pitt para diezmar a los guerreros y "extirpar a esta raza execrable", según se lee en una de sus ordenanzas.

No crean que pasó solo en el hemisferio norte.

Entre 1554-1555 una gran epidemia de tifus o fiebre tifoidea, no existe claridad detuvo "milagrosamente" el avance de Lautaro y su ejército sobre la capital del Reino de Chile. Esa epidemia salvó a los españoles de ser expulsados del valle del Mapocho y terminar refugiados en Lima. Chavalonko le llamaron los antiguos por los fuertes dolores de cabeza que provocaba. La mortandad, cuentan los historiadores, fue devastadora. Brotes epidémicos similares se repitieron en los siglos XVII, XVIII y XIX. En 1884, coincidiendo con la llegada de los primeros colonos europeos a la Araucanía, se desató una grave epidemia de cólera. Lo cuenta el lonko Pascual Coña en su libro de memorias. En marzo de 1890 se propagó otra de viruela, peste que afectó duramente a las reducciones mapuche diezmando en varios miles a nuestra población. Curiosamente, reportes periodísticos de la época señalaban que la viruela no afectaba a los mapuche. Era una fake news. Según testimonio del doctor Ricardo Cortés-Monroy, mexicano residente en Chile en esos años, la alterada información que se estaba dando a conocer “provenía de gente con poder e influencia en los periódicos”. Su objetivo no era otro “que la peste cunda entre ellos y cause la más alta mortandad posible para después apropiarse de sus tierras”, agrega. Cuesta en nuestros días creer tanta maldad. Cierro con un dato desconocido para muchos.

Uno de los fallecidos en la epidemia de 1884 fue el ñizol lonko de Cholchol, Venancio Coñuepán, hijo del otro Venancio aliado de los patriotas en tiempos de la Independencia y amigo personal del prócer Bernardo O’Higgins. Tras su muerte por el cólera heredó la jefatura tradicional su hijo Domingo, padre del Venancio Coñuepán que en 1945 llegará a ser diputado de la República y en 1952 ministro de Estado. No, no somos inmunes al coronavirus. A cuidarse mi gente.



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