Pocas coyunturas relacionadas con el conflicto Estado-Pueblo Mapuche han golpeado tanto a un gobierno de turno como el caso Catrillanca a la derecha. Y ello por varias razones.
La caída del ex General de Orden y Seguridad, Christian Franzani, a quien el ministro de Interior Andrés Chadwick solicitó su renuncia es el último episodio del llamado caso Catrillanca, un asesinato policial que rápidamente escaló a nivel de crisis política para La Moneda. Las dudas si el alto oficial tuvo o no contacto directo con los efectivos del Gope responsables del homicidio, así como la posibilidad cierta de que sea llamado a declarar en calidad de imputado por obstrucción a la investigación, son dos de los factores que precipitaron su salida de la institución.
Pero hay otros factores todavía no transparentados ante la opinión pública. Por un lado la necesidad del gobierno dar un golpe de autoridad en Carabineros, ello en medio de un carnaval de chambonadas institucionales y que tienen al propio Director General Hermes Soto pendiendo de un hilo. Hoy la institución vive una seria crisis de legitimidad y el vergonzoso listado va desde millonarios fraudes al encarcelamiento de ciudadanos con pruebas falsas como aconteció en la Operación Huracán.
Esto ha dejado en evidencia el escaso control del poder civil sobre Carabineros, una grave anomalía del sistema democrático que pareciera -sobre todo tras el caso Catrillanca- comenzar a preocupar en serio en La Moneda. Prueba de ello sería la reciente intervención del ministro Andrés Chadwick en la salida del general Franzani, el segundo hombre fuerte del Alto Mando. El sorpresivo retiro del Gope de las zonas de conflicto (incluido los miembros del polémico Comando Jungla) apuntaría también en la misma dirección; demostrar quién manda a quién.
Otro factor no transparentado es la necesidad del gobierno de retomar cuanto antes el control de una agenda que extravió por completo en Temucuicui. Pero no solo eso, lo acontecido en Ercilla posibilitó además la rearticulación de una oposición política hasta entonces inexistente y que hoy -de manera bastante indecorosa en el caso del PS- rasga vestiduras con el tema, exigiendo medidas que ellos siendo gobierno jamás tomaron en casos tan graves como los de Alex Lemún, Matías Catrileo o Jaime Mendoza Collio. La política y sus circunstancias.
Pocas coyunturas relacionadas con el conflicto Estado-Pueblo Mapuche han golpeado tanto a un gobierno de turno como el caso Catrillanca a la derecha. Y ello por varias razones.
El costo político del caso Catrillanca ya se hace notar incluso en los sondeos de opinión. Tanto las entregas semanales de Cadem como el sondeo mensual de Adimark daban cuenta de una baja sostenida en la aprobación del mandatario. Esto vino a ser ratificado por la encuesta CEP publicada el pasado viernes; un escualido 37% de aprobación, una cifra desoladora. Es sabido que ningún gobierno puede hacer oídos sordos de las encuestas. Mucho menos un Presidente que ha buscado por años y de manera infructuosa el aplauso popular.
Pocas coyunturas relacionadas con el conflicto Estado-Pueblo Mapuche han golpeado tanto a un gobierno de turno como el caso Catrillanca a la derecha. Y ello por varias razones. El excesivo centralismo de la política chilena siempre actuó como un efectivo muro de contención del tema. Dicho en simple, el conflicto nunca se instaló como prioridad en Santiago, acontecía en el lejano sur y por ello siempre resultó más cómodo administrar que resolver. De allí el traspaso de su contención a Carabineros y los tribunales de justicia. En esa negligencia llevábamos atrapados al menos tres décadas. Hasta que ese muro cayó con los disparos del Gope.
Por otro lado y siendo honestos la causa del pueblo mapuche nunca concitó antes en la sociedad chilena un alto grado de simpatía o adhesión. Primó siempre una mirada despectiva e incluso racista con los “indios quema-camiones” y sus recurrentes conflictos “allá lejos en el sur”. Pero esto último pareciera estar cambiando y responsable sin duda son también las nuevas generaciones que de a poco comienzan a dibujar un nuevo Chile. Marchas multitudinarias, emotivas velatones, cacerolazos, paros universitarios reflexivos, un amplio repertorio de acciones de solidaridad que han copado ya por semanas los medios.
Estos jóvenes han transformado a Camilo Catrillanca en un verdadero símbolo de justicia. Y con ello propinado a Piñera un cierre de fin de año bastante amargo.
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