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Allá donde pisa el choike

Actualizado: 11 feb 2019

Tercera entrega de la gira del libro Historia secreta mapuche desarrollada por las provincias del sur de Argentina, el antiguo País Mapuche de nuestros ancestros. En esta crónica nuestra llegada al Atlántico.



Para un mapuche del lado chileno recorrer Wallmapu hasta la lejana costa atlántica es toda una experiencia. Lo hicieron nuestros ancestros en siglos anteriores, en el tiempo de los “nampulkafe”, de los viajeros, comerciantes, diplomáticos y guerreros, hombres y mujeres libres que cruzaban la cordillera hacia la “tierra del este” en búsqueda de prestigio, estatus y poder.

Las pampas trasandinas y la estepa patagónica, la tierra del ganado cimarrón, el comercio de la carne, la sal, los textiles y las gestas militares en la frontera sur bonaerense. Todas historias que uno escucha de pequeño en el lof pero que no dejan de parecer cuentos o relatos fantasiosos de un pasado que pudo existir. O tal vez no.

Emociona descubrir que todo fue real. Y que el Wallmapu geopolítico de aquella época existió y también aquellos personajes que pueblan muchos de nuestros relatos antiguos. Uno de ellos es Inakayal, el gran lonko que resistió cuanto pudo al ejército argentino en la segunda mitad del siglo XIX y de triste final.

Inakayal es uno de los personajes claves de la historia mapuche en este lado de la cordillera. Jefe militar y autoridad política, hizo frente al ejército, fue capturado y murió bajo custodia en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Sus restos fueron devueltos a las comunidades mapuche-tehuelche solo en años recientes. Pasaron más de un siglo en manos de la institución fundada por Francisco Moreno.

Su tumba se encuentra en la ciudad de Tecka, a la vera de la Ruta Nacional 40. Allí nos detuvimos para brindar con pulko en honor a su memoria y la de tantos otros próceres de aquel tiempo. Calfucura, Pincen, Sayweke, Purrán, Epumer, Namuncura y el clan de los Catriel, los últimos defensores de un territorio que poco y nada sabía de haciendas y alambradas, de oligarquías porteñas y mucho menos de latifundio.

Varios de ellos, como Calfucura y los Catriel, corrieron la misma suerte de Inakayal; sus restos terminaron en las estanterías del Museo La Plata, macabra última morada para insignes guerreros y estadistas de nuestro pueblo. Al parecer para aquellos argentinos no bastaba con la apropiación de las tierras; requerían también apropiarse de los cuerpos. Así lo sentenció Estanislao Zeballos, el célebre cronista del siglo XIX, miembro de la Sociedad Rural Argentina y profanador de tumbas en sus ratos libres:

“Mi querido teniente, contesté yo, poniendo el pie en el estribo, si la Civilización ha exigido que ustedes ganen entorchados persiguiendo la raza y conquistando sus tierras, la Ciencia exige que yo la sirva llevando sus cráneos a los museos y laboratorios. La Barbarie está maldita y no quedarán en el desierto ni los despojos de sus muertos”.

La cita corresponde a tal vez la obra más famosa de Zeballos, “Viaje al País de los Araucanos”publicada en 1880. Allí da cuenta de sus incursiones en territorio mapuche cuando ya las campañas militares habían empujaban la frontera bonaerense hacia el sur del río Negro. Si bien se trata de un libro con pretensiones científicas, su lectura remite más bien a un “western”, un relato del “Far South” con su autor como el jovencito de la película.


El lafken nos recibió con una suave brisa, inusual para una zona caracterizada por los fuertes vientos. A la mañana siguiente, encumbrados en un mirador junto a nuestro guía y amigo Daniel Loncon, pudimos por fin maravillarnos con la vista de la ciudad y aquella inmensidad azul que acaricia sus costas.

Zeballos es también autor de otro libro ineludible para comprender la historia de Puelmapu; “La conquista de quince mil leguas”, obrapublicada en 1878 mientras era un joven diputado. Fue escrita a pedido del general Julio Argentino Roca y publicada a expensas del Estado. Buscaba promocionar la empresa de conquista entre la élite de Buenos Aires, políticos, militares y hacendados.

De toda esta historia charlamos tras dejar atrás la tumba del lonko y dirigirnos hacia Comodoro Rivadavia, la más importante ciudad argentina de Patagonia y epicentro petrolero de Chubut. Fueron largas horas de viaje, más de quinientos kilómetros acompañados por el viento patagónico y cientos de guanacos y choikes observables desde la ruta.

Aquello es algo que sorprende; ver tanto choike en su hábitat natural. Demuestra que más allá de las falsedades históricas, los mapuche habitamos este territorio mucho antes que existiera el Estado argentino. Así lo prueba el “choike purrun”, aquella danza tradicional que caracteriza nuestras ceremonias y que en mi lof he visto a muchos jóvenes representar desde que era niño. ¡Y todos ellos sin haber visto en su vida un choike!

Y es que rebelde es la memoria de los pueblos y la vivencia junto al choike si bien quedó relegada al actual territorio argentino, aún persiste en todas las ceremonias del lado chileno. “Amuan pünomun choike... iré donde pisa el choike” decían los antiguos para referirse al otro lado de la cordillera me comenta Sergio Canio, joven machi del sector de Truf Truf.

A Comodoro Rivadavia llegamos cuando ya la noche había caído por completo. Ello no nos impidió visitar la costanera y saludar entusiastas al Atlántico.

El lafken nos recibió con una suave brisa, inusual para una zona caracterizada por los fuertes vientos. A la mañana siguiente, encumbrados en un mirador junto a nuestro guía y amigo Daniel Loncon, pudimos por fin maravillarnos con la vista de la ciudad y aquella inmensidad azul que acaricia sus costas. Fue uno de los momentos más emotivos de toda nuestra gira.

En la misma jornada nos reunimos con las máximas autoridades de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Con ellos charlamos en extenso sobre la situación mapuche en Argentina y el desafío de la educación intercultural. Nos alegró saber que es una tarea asumida por ellos de manera muy activa a través de la Cátedra Libre Pueblos Originarios.

En Comodoro Rivadavia presentamos el libro “Historia secreta mapuche”ante un auditorio repleto de público y acompañados del académico y escritor Jorge Spíndola. Nos sorprendió la gran cantidad de mapuche que viven, trabajan y estudian en la ciudad. También enterarnos que hubo quienes se trasladaron desde Sarmiento, Caleta Olivia y Cañadón Seco, a decenas de kilómetros de distancia, para estar presentes.

Pudimos constatar que aquello del Wallmapu no es solo discurso o retórica de nuestra dirigencia más política. Se trata de una realidad observable por cualquiera que se atreva a recorrer la geografía y las huellas dejadas allí por nuestros ancestros.



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