Lo demencial es otra cosa
- Pedro Cayuqueo
- 23 sept
- 5 Min. de lectura
Un oficio de Conadi alertando de los posibles impactos que el nuevo mall de Vitacura generaría a una asociación indígena de Huechuraba desató lo peor del racismo chileno. En la élite y en las redes.

"Demencial". Así calificaron dos destacadas figuras públicas de la derecha, el exministro y actual asesor económico de Matthei, Ignacio Briones y el rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Francisco Covarrubias, las observaciones que la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi) planteó al proyecto del nuevo mall de Cencosud en la comuna de Vitacura. Ambos lo hicieron en Twitter, red social de innegable influencia en el debate público nacional y más aún en períodos electorales. ¿Qué desató el exabrupto retórico de ambos? En simple, una serie de observaciones relativas a los impactos que el proyecto de USD 125 millones tendría en determinados derechos indígenas y a las medidas propuestas para subsanarlas.
Según el oficio de cuatro páginas enviado por la jefatura de Conadi al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), Cencosud "no había entregado información suficiente" como para descartar un impacto en la Asociación Indígena Mapuche Dhegñ-Winkul de Huechuraba, cuya ruca se sitúa a pocos kilómetros del futuro proyecto comercial. El organismo estatal solicitó, por tanto, que sea tomada en consideración la opinión de los representantes indígenas en lo relativo "a la cosmovisión indígena y el uso del territorio", además de otras medidas. Su exclusión —subraya el oficio— "puede tener implicancias significativas tanto para los derechos de estos pueblos como para la sostenibilidad y legitimidad del proyecto”.
La propia asociación indígena aludida había expresado a Cencosud sus reparos en reuniones formales sostenidas a fines del año 2024. Estos se referían a los impactos de las obras en el medio ambiente y en vestigios arqueológicos posibles de hallar en la zona. Huelga destacar que lo hicieron desde la propuesta y no precisamente desde la protesta, al punto de llegar a proponer a Cencosud un Trafquintun (intercambio) de saberes para avanzar en medidas de mitigación material y espiritual. Dato no menor: el proyecto está sujeto al Artículo 86 del Reglamento del SEIA, el cual obliga a las autoridades a reunirse con los Grupos Humanos Pertenecientes a Pueblos Indígenas (GHPPI) para recoger observaciones y levantar información.
Hasta aquí, ¿dónde lo "demencial" de la situación?
Lo descrito trata, por parte de Conadi, del normal cumplimiento de la normativa vigente en materia de inversiones y evaluación de impactos. Y, por parte de la asociación indígena, del debido resguardo de un territorio que para los mapuche no son los metros cuadrados vendibles, arrendables o explotables que caracterizan la visión de los huincas. El concepto mapu es para nosotros integral, holístico: itrofil mogen, nor mogen, kume mogen... la vida en sus múltiples dimensiones y no "un peladero" como tildó Covarrubias al sitio en cuestión. "Ni un árbol, una que otra lagartija", ironizó en su columna de El Mercurio. Allí puso al mismo nivel del mall las murallas de Atenas y una cúpula de Brunelleschi en Florencia. No se rían.
Según la RAE, "demencial" tiene dos significados en la lengua castellana: primero, se refiere a algo perteneciente o relativo a la demencia, que es una pérdida de las funciones mentales como la memoria y el razonamiento en una persona. Segundo, de forma más coloquial, significa algo "absurdo, caótico o desproporcionado", como un precio "demencial" o una idea "demencial". Es claro que a esto último se referían Briones y Covarrubias.
Lo descrito trata, por parte de Conadi, del normal cumplimiento de la normativa vigente en materia de inversiones y evaluación de impactos. Y, por parte de la asociación indígena, del debido resguardo de un territorio que para los mapuche no son los metros cuadrados vendibles, arrendables o explotables que caracterizan la visión de los huincas.
Sucede que a algunos les cuesta entender que hay derechos indígenas garantizados en la legislación chilena y que éstos no son precisamente letra muerta. A saber, la Ley Indígena 19.253, la Ley 20.249 del espacio costero marino de los pueblos originarios y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo ratificado por el Estado el año 2009 y cuyo reglamento data del gobierno de Sebastián Piñera. En su Artículo 7º, "tradiciones y costumbres ancestrales, prácticas religiosas, culturales o espirituales" figuran allí resguardadas por el derecho a la consulta previa, libre e informada. Si Briones y Covarrubias tienen complicaciones con ello, su tema no es solo con los derechos indígenas; más grave aún, su problema es con el cumplimiento del propio estado de derecho.
Lo curioso es que las observaciones a Cencosud no solo han provenido de Conadi. Los ediles de Vitacura y Huechuraba también cuestionaron el proyecto, advirtiendo de los graves impactos que tendría en los flujos vehiculares y en los tiempos de desplazamiento de sus vecinos, un aumento que calcularon en un sorprendente 270%. Sus reparos y las medidas de mitigación propuestas a Cencosud, tan atendibles como las de Conadi, no fueron tildadas de "demenciales" por nadie. Tampoco aquellas formuladas por la comunidad educativa del colegio Saint George, vecinos directos del proyecto, que también alertaron de posibles impactos negativos. ¿De dónde entonces la dureza de Briones y Covarrubias con la Conadi?
Me atrevo con dos hipótesis. La primera se refiere a la crítica tan de moda a la permisología, entendida por ellos como la excesiva burocracia que existiría en Chile en la tramitación de proyectos de inversión. Bajo esa miope mirada los derechos indígenas y las escasas leyes que los reconocen solo serían un obstáculo para el "progreso" y no una oportunidad para hacer las cosas bien y mejor. En Nueva Zelanda, bello país que de seguro ambos han visitado, un proyecto como el de Cencosud sería impensado sin considerar la mirada de las comunidades maories. Y no a modo de conflicto o controversia insalvable, más bien desde el sabio entendimiento compartido, es decir, desde el ganar-ganar. Es lo que se estila en democracias modernas e inclusivas.
Mi segunda hipótesis trata de la ya clásica ineptitud intercultural del chileno promedio, esto es, la incapacidad de muchos para reconocer y validar un paradigma cultural distinto al propio. La culpa, por cierto, fue y sigue siendo hasta nuestros días del sistema educativo. Las élites nacionales, desde el siglo XIX, pensaron y proyectaron Chile al futuro como un país de blancos y sin indios. Civilización versus barbarie fue el discurso recurrente, el mismo que influyentes pedagogos más tarde inocularon a generaciones y generaciones de chilenos. El XIX fue el siglo de la uniformidad con fórceps; cultural, territorial, identitaria, lingüística, inclusive religiosa. Y también fue el infame siglo del racismo científico y cultural. Lo realmente demencial es que gente en teoría culta y cosmopolita siga pecando de lo mismo.
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